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Carta a tres esposas: ruptura del estilo clásico

Mankiewicz se caracterizó en los años 30 por su trabajo como productor. En los 40, empezó a dirigir alguna película, pero normalmente, porque no encontraba director. Por eso, el director siempre consideró, que Carta a tres esposas fue su primera película. Se trata de una película en la que encontramos muchos rasgos de su cine, como el juego con el espectador, las mujeres como eje central del discurso o el respeto por una diva. Vayamos por partes. Tres buenas amigas reciben una carta de Addie, diciéndoles que se ha marchado con uno de sus esposos. Durante el viaje que están haciendo con unos excursionistas, vemos a través de sus rostros la preocupación por no ser la desafortunada. Es entonces, cuando el director penetra en el interior de cada una, para ver por qué motivo no ha hecho feliz a su marido o a ella misma. Es decir, Mankiewicz reconstruye historias de cada una de ellas, por las que vemos cómo son, cómo se comportan y por qué saben cierto que esa amenaza de Addie es real. Una de las amigas ha sido una egoísta que sólo ha pensado en ella y en su trabajo, otra no se acaba de adaptar a la nueva vida con su marido y la otra, parece no haber nacido ni en lugar ni en el momento adecuado. El director retrata, desde la que vive en un status social más elevado, a la que menos, pero a la que le gustaría pertenecer a ese estatus. Los tres flash backs tienen cosas en común, como ese sueño con la clase alta, ese uso de la mujer como mercantilización, la infelicidad, el no haber complacido al 100% a sus maridos y, sobretodo, la envidia que tienen a Addie. Ésta es una diosa (término que viene a la perfección, porque siempre está en el momento justo y adecuado complaciendo a los maridos de ellas y, especialmente, porque es un personaje que el espectador no va a ver en todo el film), todos los maridos la califican como la mujer perfecta: guapa, atenta, generosa, de clase social alta... El ejemplo perfecto de los celos de las demás, es el cuadro que tiene uno de los maridos encima del piano, el cual, sólo se verá cuando la mujer de éste, se case y ponga el suyo en ese marco de plata.

Esta telaraña construida por Mankiewicz, invita a pensar que cada una de las mujeres es la víctima, cuando se muestra su vida. Al final, el director volverá a jugar con el espectador, ya que todo parece derivar hacia un happy end totalmente ficticio. La película, puede acabar con besos y sonrisas, pero el inconformismo de las mujeres americanas, la búsqueda de un estatus, el egoísmo... permanecen intactas con ese final. El último plano de la copa lo dice todo, parece muy bonito hasta que se rompe, porque por mucho que todas sean felices, su desconfianza motivada por su falta de atención hacia sus maridos, les ha llevado a darse cuenta de su infelicidad.

A modo de curiodidad, para entender la importancia de la obra, añadiré que un militar como Douglas MacArthur, escribió una carta al director para saber quién se iba con Addie y qué matrimonio se había roto. Es que esta estructura de vidas paralelas y ese final metafórico, no hacían fácil el entender ese final. Es sólo un ejemplo de una de las tantas telarañas que tejió Mankiewicz, y que le valió su primer Oscar a mejor director.